
Conocimiento de sí mismo
Porque el verdadero conocimiento no consiste en abarcar el mundo, sino en ordenarse según Dios, pues solo así, el alma se edifica sobre roca y no sobre arena.
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Desde tiempos inmemoriales, los santos y doctores de la Iglesia han insistido en que el verdadero conocimiento no se encuentra en la acumulación de saberes mundanos, sino en el recto orden del alma según Dios. San Agustín, en su incansable búsqueda de la verdad, nos advirtió: «No salgas fuera de ti, vuelve a ti mismo; en el hombre interior habita la verdad». Esta enseñanza, repetida a lo largo de la tradición cristiana, nos recuerda que solo conociéndonos a nosotros mismos podemos alcanzar la coherencia en nuestra vida y edificar nuestra existencia sobre roca firme.
Con frecuencia, el hombre moderno se afana en comprenderlo todo, en poseer el conocimiento del mundo y de sus mecanismos, pero olvida la más urgente de las ciencias: la de sí mismo. Santa Teresa de Jesús decía con insistencia: «Si el alma no se entiende a sí misma, ¿cómo ha de entender a Dios?». Y San Bernardo de Claraval exhortaba: «Si te conoces bien, no te ensoberbecerás por lo que eres». ¿Cómo, entonces, aspirar a la perfección si desconocemos nuestras propias flaquezas y nuestros más íntimos movimientos interiores?
El conocimiento de sí mismo es la base sobre la cual se puede edificar una vida ordenada y coherente. Nos permite descubrir aquellas tendencias desordenadas que nos apartan de la voluntad divina, para así combatirlas con virtud y determinación. Como afirmaba San Francisco de Sales: «No hay conocimiento más útil que el de conocerse a sí mismo». Y San Alfonso María de Ligorio añade: «Para humillarnos es suficiente con conocernos a nosotros mismos».
En esta página, encontrarás los recursos necesarios para recorrer este camino de autoconocimiento a la luz de la espiritualidad católica tradicional. A través de enseñanzas de santos, ejercicios de examen de conciencia y reflexiones sobre la vida interior, te brindaremos las herramientas para que puedas trabajar sobre tus vicios e imperfecciones, fortaleciendo así tu alma y alcanzando un equilibrio genuino en tu vida mental y espiritual.
San Ignacio de Loyola nos advierte en sus Ejercicios Espirituales: «El que huye de conocerse a sí mismo, huye de la salvación». Y San Juan de la Cruz, con su sabiduría mística, sentencia: «Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes». No permitas que el autoengaño o la superficialidad te alejen del propósito para el cual fuiste creado. Conócete a ti mismo, ordénate según Dios y hallarás la paz que solo Él puede dar. Este es el camino de la verdadera sabiduría, el único que lleva a la estabilidad del alma y a la plenitud de la vida cristiana.
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